Compartir espacio con otras especies

En contra de la extendida creencia popular sobre el carácter de los gatos, aún en la actualidad es muy común oír comentarios desfavorables del tipo «yo prefiero a los perros porque los gatos son muy independientes y traidores». En realidad, los gatos son animales increíblemente sociables, incluso con otras especies. Debemos diferenciar el gato común o incluso de raza que no ha sido bien sociabilizado de pequeño y, evidentemente, por mucho que se acostumbre a un ser humano, nunca será un gato faldero y pendiente de nosotros u otro animal de compañía, de los gatos bien sociabilizados.

Hay muchas razas de gatos para elegir con sus características particulares. Incluso un precioso gatito que no sea de raza, puede llegar a ser un dulce compañero para nosotros y nuestras familias. Por ejemplo, los Sphynxs son gatos, aunque extraños de apariencia, extremadamente cariñosos y dulces, y muchas más razas, los Persas, Maine Coons y una larga lista. Cuando hay dos gatos habitando juntos, generalmente, la convivencia suele ser buena pero, en muchos casos, cuando el gato esté conviviendo sin otro congénere felino, se adaptará perfectamente a un amigo de otra especie.

Foto Ana Chacón Älvarez.

GATOS Y PERROS

Podríamos decir que la mala relación entre perros y gatos es una leyenda urbana sin ningún fundamento real. Si bien es cierto que un perro reaccionará mal ante la presencia de un gato ajeno a nuestro hogar, un gato desconocido que entre furtivamente en su territorio, probablemente de manera violenta, esta reacción será completamente diferente ante un gato de casa. Si el primer habitante de la casa es el perro se deberán hacer las presentaciones correctamente, nunca dejarlos solos hasta que estén adaptados, no provocar los celos del perro mimando excesivamente al gato en su presencia…, normas lógicas de conducta para su buena adaptación que podremos consultar con nuestro veterinario o algún entendido en la materia. Por el contrario, si el recién llegado es el perro, sobre todo si es un cachorro, puede que después de unos cuantos bufidos de indignación por el nuevo inquilino, el asunto se resuelva sin mayores complicaciones y el gato acabe aceptando a esa bolita pesada y ladradora que querrá jugar con él todo el tiempo, sin darle un respiro o, como mínimo, se resignará a compartir su espacio con el recién llegado.

Durante mi vida he experimentado algunos capítulos de verdadero amor y devoción entre un perro y un gato.

Cuando yo era adolescente, teníamos un precioso Bóxer, «Gigoló». En casa también había una gata negra, «Micaela», la primera gata que me permitieron tener. «Micaela» regresó un día después de pasar algunas noches locas fuera de casa, como era de esperar, embarazada.

Decidió tener a su prole en la litera de arriba de mi cama, estaban situadas en forma de L. Al escuchar los gritos de los bebés recién nacidos, «Gigoló» se volvió loco. Se los enseñamos y los chupó de arriba abajo uno a uno. A partir de ese momento, «Gigoló» siempre estaba pendiente de los gatitos, los controlaba y los vigilaba constantemente. De los cuatro gatitos, uno permaneció en casa, «Piluchón», un precioso gato común con máscara de Siamés y los ojos azul marino. «Piluchón» y «Gigoló» eran inseparables, siempre dormían juntos.
«Gigoló» limpiaba al gato y el gato besaba al perro.

Siempre andaban juntos y pobre del perro que se acercara a «Piluchón», pues su compañero lo defendía a muerte.

Fue una historia de amor que duró hasta la muerte de «Piluchón». El pobre gatito se puso enfermo de golpe, fue diagnosticado de FUS, se le llevó al veterinario pero no se pudo hacer nada, el gato estaba gravemente enfermo, aunque se le medicó y esperábamos su recuperación. La noche en que murió «Piluchón», «Gigoló» no se separó de él ni un segundo. Mi madre, que no pensaba en ningún momento que el gato acabaría muriendo, estuvo riñendo a «Gigoló» porque insistía en tapar al gato con una manta, lo apartaba de la manta que estaba sobre el lecho del gato y le ponía la manta encima tapándolo. El gato amaneció muerto y «Gigoló» a su lado. El pobre perro estuvo muchos días como alma en pena. Acabamos por deducir que «Gigoló» intentaba tapar a «Piluchón» porque debía detectar que estaba bajo de temperatura e intuiría que había llegado la hora de su muerte.

Perras que han amamantado gatos, gatos y perros durmiendo juntos y besándose, son historias que demuestran que la aversión entre animales de diferente especie, sobre todo en el caso de perros y gatos, supuestamente enemigos mortales, no es real.

GATOS Y PÁJAROS
Aquí la relación es más complicada. Si bien después del primer contacto, lo más probable es que el gato pierda el interés por el pájaro enjaulado, salvo casos excepcionales, no es muy recomendable que el pájaro esté al alcance de un felino y menos en libertad en su presencia.

Si bien hay razas de gatos menos propensas a la caza de pájaros, la afición por ellos es considerable.

GATOS Y DEMÁS ANIMALES
En general, la convivencia de un gato con cualquier animal puede llegar a ser satisfactoria. Evidentemente, habrá especies animales más afines que otras para un felino.

Conejos y gatos, tortugas y gatos, etcétera… Apelando un poco al sentido común, se tiene que buscar especies que compaginen y no traigan mayores problemas, tampoco hace falta hacer la prueba de si nuestro gato se lleva bien con una boa constrictor y que el pobre acabe siendo la cena del animalito.

Deberemos prestar también una especial atención si decidimos que conviva un felino junto con un roedor, sobre todo especies pequeñas como un hámster. El instinto general de los gatos es cazar roedores aunque, si el gato entiende que es un animal de compañía, también podrá convivir tranquilamente pero deberemos estar alerta y andar con cuidado, haciendo una buena introducción del nuevo miembro a nuestra familia y controlando en todo momento que todo vaya bien.

Incluso he presenciado una buena convivencia entre una gallina y un gato. Aunque la gallina sea un animal de compañía poco común, he visto en casa de una vecina y amiga al gato jugando con la gallina y la gallina plantándole cara pero compartiendo casa, juegos e incluso alimentos. El gato estaba encantado, la gallina menos, pero la convivencia era correcta.

En la sociedad actual, en la que estamos muchas horas fuera de casa, nuestras mascotas también pasan muchas horas solas. Debemos sospesar la importancia de que nuestros animales de compañía, que son una alegría para nosotros, tengan una vida agradable y llena.

Si para nosotros no es factible la soledad, tampoco lo será para nuestra mascota. No es lo mismo que nuestro gato permanezca diez horas solo, si tiene a otro ser que le proporciona compañía y juegos. Por lo tanto, si planteamos la posibilidad de darle un compañero a nuestro gato, que será lo mejor para él, valoraremos qué compañero será el idóneo, al igual que si la mascota inicial es otro animal y decidimos introducir un felino en su vida y en la nuestra.

Texto : Elisa Rodríguez-Valdés.

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