El gato: espíritu del grano

La veneración que se dispensaba al gato en el antiguo Egipto bajo el disfraz del dios Osiris y la figura divina de Bast, tuvo cierta continuidad en el Norte de Europa, donde el felino pasó a ser el Espíritu del Grano. La huella de Osiris es difícil de rastrear pero puede seguirse en numerosas costumbres europeas relacionadas con el solsticio de otoño y el final de la cosecha.

Este Espíritu del Grano era una deidad menor pero muy importante: su principal ocupación era la preservación anual de las cosechas en crecimiento hasta la época de siega. Se refugiaba en un haz al final de la recolección y allí permanecía hasta la nueva siembra. Se creía que en la primavera seguía a la semilla hasta los campos para vigilar su buena propagación. Según las regiones, este espíritu benefactor estaba personificado en diferentes animales, entre ellos el gato.

El gato: espíritu del grano

ENCARNACIÓN FELINA

El porqué este genio protector adoptó diferentes disfraces animales, desde pequeños animales silvestres hasta mamíferos grandes, tiene una razón de ser. Según sugiere Sir James Frazer en «La rama dorada», para el alma primitiva la simple aparición de un animal en los sembrados de cereales era motivo suficiente para sugerir una conexión misteriosa entre la criatura visionada y el grano plantado. No importaba que durante el proceso de la cosecha muchos pequeños animales como conejos, liebres, perdices o gatos que se habían guarecido entre las espigas o que tenían sus guaridas en los sembrados tuvieran que salir huyendo al verse desprotegidos ante el avance de la guadaña del cosechador: «El hombre primitivo, para quien los cambios mágicos de forma eran algo perfectamente creíble, encontraba muy natural que el espíritu del grano, arrojado de su casa al madurar el grano se escapara en la forma de animal que tras haberse guarecido en el último pedazo de terruño sembrado termina por huir precipitadamente cuando ya no hay posibilidad de escape».

De los muchos disfraces del Espíritu del Grano en los países europeos, uno de los más habituales fue el de gato. Recuérdese que en las ciencias ocultas el gato es el símbolo tanto del Sol como de la Luna y que desde tiempos muy remotos el pensamiento humano ha conectado a ambas luminarias con el crecimiento vegetal. Tal conexión nos remite al carácter sacramental que subyace en el fondo de las costumbres relacionadas con nuestro felino como Espíritu del Grano, que era inmolado al final de la cosecha e incluso ingerido simbólica o físicamente.

En todas las religiones del mundo había celebraciones similares.

En el calendario del culto imperial en la antigua China, por ejemplo, tenía especial importancia la festividad de mediados de otoño cuando el pueblo celebraba la recolección y se concentraba en la luna de la cosecha y su deidad. En el antiguo Egipto encontramos en la figura del dios Osiris algunos elementos conectivos con el Espíritu del Grano.

Según la leyenda, este dios (identificado con Ra cuyo símbolo era el gato) fue el primero en enseñar al hombre a plantar grano; existía la costumbre de empezar su festividad anual con la labranza de los campos, mientras que la leyenda de su muerte —sus restos mutilados eran esparcidos por Isis en un cedazo por todo el país como expresión mística de la siembra— se representaba en el ritual de los campos cosechados con el Gato del Grano en el papel de Osiris.

COSTUMBRES ANCESTRALES

Las costumbres en relación con el Espíritu del Grano que se encuentran en diversos pueblos europeos, sobre todo nórdicos, reflejan con frecuencia el citado aspecto sacramental de origen egipcio. No siempre se sacrificaba físicamente a un gato en las fiestas al final de la cosecha: los celebrantes se contentaban con el asesinato imaginario de un espíritu del grano invisible, pero en muchas localidades francesas y alemanas se denominaba metafóricamente el final de la cosecha como «la matanza o captura del gato».

En la acepción de la palabra «gato» («tat») en escocés puede rastrearse la citada influencia egipcia: se conoce con este nombre a un puñado de grano cosechado o de paja que se ha colocado en el suelo, sin atar y formando un haz. Tat, Tait o Taith era reverenciado por los antiguos escoceses de Inverness como la deidad de la agricultura. Este Tat era en realidad idéntico al Thoth egipcio, Tauut o Tat, principal deidad egipcia que exhibía aspectos solares como Osiris.

La huella de la deidad egipcia y los rituales en su honor se observa en diversas costumbres europeas de labranza y cosecha, aunque estas sufrieran ligeras transformaciones debido al tamiz del cristianismo. Se mantiene, no obstante, el sacrificio del dios para dar alimentación física y mística a las almas de los devotos.

El Espíritu del Grano (Jesús) se encarna en un animal; este animal divino debe ser sacrificado y su carne y sangre (ceremonia de la Eucaristía) es repartida entre los cosechadores. Eran habituales las costumbres de hacer bollos, pan o incluso asados en estas celebraciones del solsticio de otoño, del mismo modo que se guardaba un puñado de grano cosechado que se mezclaba con la semilla del año siguiente para asegurarse la nueva cosecha.

EL GATO BLANCO DE LA LUNA
Al Espíritu del Grano también se le encuentra en la simbología astronómica.A la estrella más brillante de la Constelación de Virgo o de la Espiga se le llama «la espiga de grano». La referencia en realidad es a la semilla de la mujer personificada en Virgo (Démeter o Ceres), diosa de la fertilidad y la agricultura representada siempre con un haz de grano en la mano. Este grano celeste, denominado la Spica Virginus o descendencia de la Virgen, tiene una sombra terrenal: un gato guardián o gato blanco de la Luna. Se trata del Espíritu del Grano Celestial que ahuyenta con sus rayos plateados a los roedores y otros depredadores nocturnos de los campos sembrados.

RITUALES DE COSECHA

Son numerosas las expresiones utilizadas desde antiguo en los países europeos al final de la cosecha en relación con el «Espíritu del Grano». Algunas de ellas han caído en desuso debido a la mecanización de las labores del campo, pero reflejan la importancia que ese espíritu benefactor tuvo hasta época reciente. Gran mayoría de ellas tienen al gato como protagonista como la mera denominación de la cosecha: en la zona de Lyon (Francia) se la llamaba «Gato» y este podía ser «gordo» o «flaco» según la abundancia o pobreza de la mies recolectada.

En algunas partes de Silesia, al segar la última espiga, decían: «Hemos cogido al Gato». Y durante la trilla, al hombre que vaciaba el último saco se le llamaba «El Gato».

En los Vosgos describían el final de la recolección o de la siega mediante la metáfora de la «Captura del Gato». El hombre que cortaba el último haz se convertía en el héroe de la fiesta, ya que se le consideraba el «Capturador del Gato del Grano». Se le felicitaba con un ramillete de espigas, o bien con un pequeño abeto decorado con cintas de colores.

En Vesoul, cuando cortaban la última espiga decían: «Tenemos al Gato por la cola». En el ritual de Briançon, en Dauphiné, al comienzo de la siega se adornaba a un gato con cintas, flores y espigas de grano. A este gato engalanado se le llamaba el «Gato de la Cascarilla». Si un cosechador era herido mientras trabajaba, hacían que el gato le lamiera la herida. Al final de la cosecha, el gato era de nuevo engalanado con cintas y espigas de grano. A continuación bailaban y se divertían. Cuando la danza se terminaba, las muchachas despojaban solemnemente al gato de todos sus adornos.

En Grüneberg (Silesia), el cosechador que cortaba la última espiga recibía el nombre de Gato Tom. Se le vestía con haces de centeno y mimbres verdes, además de colocarle una larga cola trenzada. A veces se disfrazaba de forma similar a un segundo hombre al que se denominaba «la Gata». Ambos tenían que correr detrás de la gente y darles escobazos.

No todas las celebraciones se quedaban en la mera metáfora ritual. Cerca de Amiens la expresión «Van a matar al Gato» para definir el final de la cosecha se llevaba a la práctica. Cuando habían cosechado la última espiga, mataban a un gato en el corral. En otras zonas de Francia, durante la trilla, colocaban un gato vivo en el último haz de mies que se trillaba.

El gato: espíritu del grano

Conservaban su cuerpo hasta el domingo y luego lo asaban y se lo comían como plato festivo. En esta costumbre reaparece la historia de Osiris: tras haber terminado con las labores de recolecta que el dios ha bendecido y protegido durante todo el año, su cuerpo es compartido de forma sacramental por sus devotos en el día consagrado a él.

Texto: Isabela Herranz.

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