El carácter independiente y solitario del gato no implica que no pueda aprender unas normas de conducta básicas que favorezcan y faciliten la convivencia con los humanos. Estos animales poseen uno de los cerebros más desarrollados de los mamíferos y el hecho de que no se les pueda domesticar de la misma manera que, por ejemplo, a un perro, únicamente se debe a que son cazadores solitarios acostumbrados a vivir sin el apoyo de nadie; por eso no aceptan órdenes.
Los mininos no se reúnen en manadas en las que existe una organización jerárquica; la única excepción es la relación madre-hijo. Sin embargo, no hay que desesperarse. Un gatito que ha tenido un desarrollo normal desde su nacimiento aprende rápido en su nuevo hogar a cuidar su higiene y a respetar los rituales que su dueño establezca con una pizca de paciencia.
El comportamiento del gato adulto dependerá de las condiciones en las que haya pasado sus primeras semanas de vida. Lo fundamental para que el minino se acostumbre sin problemas a una nueva casa es que se haya respetado el periodo natural de destete y que durante este tiempo haya sido manipulado con cariño por los humanos.
El sistema ideal para educar a un animal es el refuerzo positivo y, en esta especie, es el mejor sistema pues un gato al que se le grite, regañe o pegue se volverá desconfiado e incluso agresivo. Siguiendo con su higiene, es fundamental no incurrir en el error de tratar al minino como a un perro. Si un gato no realiza sus necesidades en la bandeja de arena hay que tener paciencia, mantener siempre su cajón limpio y felicitarle cuando lo utilice. Aprenderá mediante el refuerzo y los premios determinados comportamientos pero no dejará de hacer las cosas que molestan a su dueño como el marcado de muebles por medio de arañazos; para esto habrá que recurrir a determinados trucos. A la hora de educar hay que conseguir que el felino asocie los buenos comportamientos con un beneficio. Así, si quiere que acuda cuando le llame, empiece por hacerlo cuando le pone la comida; al acudir dele su alimento y acarícielo. Su mascota asociará su nombre con algo placentero, lo aprenderá rápido y acudirá a su llamada. Tenga en cuenta que debe espaciar el premio, no hace falta que, una vez aprendido el comportamiento, se le ponga la comida o se le dé una golosina; hágalo de vez en cuando. Puede utilizar este método con otros rituales. En cuanto al marcado, como todas las especies territoriales, el gato lo utiliza para señalar su presencia e indicar su estado de ánimo a los posibles visitantes y es el dueño quien debe aprender a limitar estos destrozos.
Hay dos tipos de marcado: por medio de arañazos, más utilizados por las hembras, y urinario, característico de los machos. Los primeros son visuales y olfativos y aparecen en lugares visibles mientras que los segundos son ante todo olfativos y se manifiestan en la época de adolescencia y en periodos de celo. Para evitar los arañazos basta con situar superficies que el gato pueda utilizar para este fin en lugares accesibles. Un trozo de madera frotado con huesos triturados de aceituna será muy atractivo para su mascota. En los objetos que no deba arañar, es muy útil colocar compresas impregnadas con las secreciones de las glándulas situadas en los lados de la cabeza del gato, desde la base de las orejas hasta la barbilla, pues son feromonas que ayudarán al animal a familiarizarse con ellos. Hay quien asegura que rociar al minino con un poco de agua cuando se le sorprenda arañando los muebles o trepando por las cortinas es un buen método pero hay que tener mucho cuidado puesto que si su animal asocia este castigo con usted se volverá desconfiado y, además, esperará a estar solo para llevar a cabo su fechoría. Además de la casa, el hombre también puede ser un territorio para el gato.

Aunque aprenden a no morder durante sus juegos infantiles con sus hermanos, hay que enseñarles a tener el mismo comportamiento en sus relaciones con las personas cuya piel es mucho más frágil. Emitir un chillido agudo cuando el gato muerda es suficiente para reproducir el efecto del mordisco sufrido; después, una caricia tranquilizadora acabará con el combate. Otro método puede ser detener el juego y aislar al animal aunque debemos optar siempre por la opción menos traumática. Tampoco debe permitir al cachorro trepar por sus piernas o saltar sobre su hombro puesto que no tiene ninguna gracia cuando lo hace un gato adulto que, además, no sabe diferenciar un pantalón de una media de nailon o una pierna desnuda. Pruebe el mismo sistema: emita un grito, interrumpa la actividad y acaricie a su animal. No caiga en la tentación de dejar que su mascota aprenda comportamientos erróneos. Hay que comenzar con su educación en el momento en que llegue a su nuevo hogar, piense que lo que resulta enternecedor en una cría no lo es tanto cuando el felino es adulto. Muéstrese firme y no cambie las normas una vez establecidas pues el gato se dará cuenta y aprenderá a hacer lo que quiera. Recuerde que lo fundamental es tener paciencia, no se deje vencer por los nervios; no grite, castigue o encierre al animal ni mucho menos le pegue pues así no conseguirá un gato educado sino uno desconfiado, temeroso y agresivo.

Tampoco olvide que su gato aprenderá a educarle a usted. Los mininos son muy listos y su mascota sabrá cómo solicitar su atención, pedirle comida, exigir que le limpie su bandeja de arena o que le abra una puerta. Por lo tanto, durante su domesticación, también hay que saber ponerse en su lugar y tener presente la personalidad del animal. Esté atento a su comportamiento y, si advierte que su mascota no logra aprender las normas básicas o que una vez automatizadas deja de practicarlas, piense que puede sufrir algún problema que debe ser tratado por especialistas.
Texto: Patricia Lozano.