Las gatas son hembras poliéstricas estacionales, lo que quiere decir que durante una determinada época del año pueden tener varios celos separados por unos días de reposo.
La primera etapa del celo se conoce como proestro y dura entre uno y tres días. Las concentraciones de estrógenos en sangre son más elevadas y el apetito del animal y su cariño hacia el amo aumentarán; la vulva se hace ligeramente más grande y sus maullidos serán más agudos y cortos. La gata se mostrará inquieta y comenzará a insinuarse a los gatos pero no dejará que la monten, por eso se conoce a este periodo como «la etapa de cortejo».
La segunda fase del ciclo reproductivo se denomina estro y es el momento de la receptividad sexual, el celo en sí mismo. Durará de cuatro a seis días si se produce el apareamiento y de 10 a 14 si éste no tiene lugar. Los maullidos se vuelven más altos y fuertes para llamar al macho y los cambios de conducta son más bruscos y apreciables.
En la siguiente etapa, metaestro, la gata rechazará de forma agresiva a todos los machos que intenten acercarse pero este comportamiento sólo durará 24 horas. En la fase final, anestro, el ciclo sexual está en descanso hasta el próximo celo.
Los machos, que alcanzan su madurez sexual al año de vida, no sufren el mismo proceso orgánico que las hembras pero sí se ven afectados por él. Están permanentemente dispuestos a aparearse, sólo les hace falta un pequeño estímulo para abordar a su pareja y este no es otro que el celo. Al igual que las gatas, intentarán escaparse a la mínima ocasión, maullarán fuertemente, se volverán más agresivos y dejarán marcas de orina de un olor fuerte y perdurable como reclamo. Si consiguen salir, se enzarzarán con otros machos en sangrientos combates por obtener los favores de la hembra pudiendo llegar incluso a intentar castrar a sus rivales a dentelladas.

La gata se mostrará inquieta y comenzará a insinuarse a los gatos pero no dejará que la monten, por eso se conoce a este periodo como «la etapa de cortejo».
Hay que extremar el cuidado con los gatos jóvenes si rondan gatas en celo por la zona pues los ejemplares más viejos y experimentados pueden herirlos gravemente. Las feromonas que emite la hembra durante el periodo de receptividad sexual son verdaderas armas químicas que, sumadas a los cantos de cortejo, atraen a varios machos que pueden llegar desde lejos. Enseguida entrarán en competición y comenzarán las amenazas mediante posturas, bufidos y chorros de orina hasta que queden dos o tres ejemplares dispuestos para el enfrentamiento directo. El vencedor acompañará a los perdedores durante algunos metros después de haberles rociado con su orina de olor penetrante.
Sin embargo, aún no ha acabado pues ahora deberá centrar sus esfuerzos en conquistar a la hembra que, durante el combate, ha permanecido completamente indiferente dedicándose a su aseo. Su primera reacción será amenazar al macho con bufidos, las orejas hacia atrás y enfrentándose a él si intenta acercarse a su grupa; lanza zarpazos con las uñas fuera y puede pasar al ataque, además, cuando un macho se acerca demasiado emite un grito estridente. Todo esto puede llegar a durar hasta diez minutos y, en ocasiones, la gata terminará por expulsar a su pretendiente sin contemplaciones.
Cuando la hembra decide aceptar al macho los golpes de pata son cada vez menos agresivos y retrae las uñas hasta permitir que el gato se acerque, la huela e incluso llegue a lamerla. Para terminar, levanta los cuartos traseros presentando la grupa y ladeando la cola. Demasiado trabajo para una cópula que dura entre tres y cuatro minutos o incluso menos en el caso de un macho con mucha experiencia.
Texto: Patricia Lozano.